A Maruca

Alguien me está enseñando la dignidad de vivir. Alguien me está enseñando lo que es de verdad importante mostrándome lo más sencillo. Creía saber lo que significa amar a un pueblo, pero no tenía ni idea. Amar a un pueblo solamente lo saben hacer los espíritus más nobles, y es casi imposible descubrir espíritus nobles. En un pueblo cabe todo: la gente buena y la ruin, la envidiosa y la sencilla. En un pueblo el desamor puede ser lo más terrible porque se confunde con el amor, luego el desencuentro puede fijar los enfrentamientos más crueles. Amar a un pueblo por encima de las simples miserias que a veces marcan el encuentro diario de las personas, es un privilegio de seres de cristal que muy de vez en cuando la humanidad vierte sobre la tierra.

En nuestra cultura canaria siempre existió El Hombre Bueno, el que ponía paz en las desavenencias, el que fijaba las reglas básicas de cualquier guerra. Pero nunca nombramos a La Mujer Buena.

Es un enorme privilegio conocer a una persona de ese talante, compartir un segundo con un ser inexplicable, sentir el cariño de un espíritu tan mágico.

Alguien que me está enseñando la dignidad de vivir, me hace ver que la hermosura hay que buscarla en uno mismo, en la honestidad de saber que haces siempre lo justo aunque no lo parezca; me dice que la hermosura está en la relación que creemos entre nuestro corazón y el resto del mundo.

No seremos más queridos ni más odiados si nos sentimos una parte más del espacio, sólo un callado diminuto en una playa sin fin, sólo un destello de luz sobre el agua de la orilla.

Una forma de ser tan humilde, simple y sublime, tan especial, corresponde a alguien que nunca deja de estar con nosotros, porque desde su pensamiento siempre estuvo allí y así seguirá: volando en la brisa, en la alegría, en la bondad y el gesto inadvertido, en la hondura de la mar que arranca del abismo inescrutable de lo desconocido.

Maruca, que me está enseñando la dignidad de vivir, solo me dejaría decirle un ¡Hasta luego!, si bien, déjame que sea libre como tú para decirte, con la grandeza que tu gesto nos ha enseñado, Maruca te querremos siempre.
Hasta luego.
En El Poris, 2009
Juan Antonio Jorge Peraza