Donita

El encanto de los pueblos nace de su gente. No son sólo sus paisajes, de las flores, de sus mares. Las personas hacen de su mano el encanto o el desamor.

Al final, la vida de los pueblos tiene rostro y nombre, tiene corazón y sentimientos. Y así son más agradables, o más fríos. Algunos pueblos tienen una identidad un poco oscura, difusa, o pueden tener un sabor añejo, porque en él se guardan formas de ser, costumbres, tradiciones, recuerdos.

Arico tiene una gran riqueza natural, cultural, histórica y sobre todo humana. Personas que conservan una forma de ser en armonía con el espacio donde viven, con la vecindad, y eso se nota en el aire, en la relación cotidiana.

Algunas veces la naturaleza humana se comporta de manera equivocada y nos muestra situaciones que nunca entenderemos, como puede ser la de que un ser humano acabe con la vida de otro. Cuando esto ocurre es como si algo no funcionase bien en nuestro entendimiento, pero sobre todo es un duro golpe para nuestros corazones. El nuestro, el de los que vemos la vida como algo sagrado, como un privilegio, como algo simplemente maravilloso. Si además de ser algo atroz nos toca de cerca, puede ser aún más doloroso, pero si además ocurre con un ser sencillo, generoso, una persona en cuyos ojos se lee la bondad, y su cariño se siente sólo con tratarla, es terriblemente más triste.

Hoy queremos recordar a nuestra compañera y amiga Donita para quedarnos con esa última sensación, con un último recuerdo que sea el de su sonrisa, que sea el de la paz que emanaba de su saber estar, tranquilo, armonioso, nos quedaremos con un sentimiento de privilegio, el de haberla conocido, sabiendo que siempre estará en nuestros corazones.

Arico, 12 de diciembre de 2008

Juan Antonio Jorge Peraza