Evocaciones de La Caldera de Taburiente, La Palma

Por las mismas sendas de Aceró donde escanció sus pasos la gente antigua, los mismos sonidos de origen, las mismas piedras besadas por el agua, ímpetu labrando esculturas pétreas, quietamente. Sutil arrullo colmado de brillos modelando la angostura.
Suerte de llenarse el espíritu con incontables tapices de paredes eternamente desgarradas. Suerte de dejarse llevar por los diques imprevisibles de Aceró, pincelando trazos de fuego nacidos de la tierra.
¿Dónde no quedaron fijadas las miradas aborígenes?
Tiempo fugaz benahorita en el santuario casi eterno de Aceró; y en cambio tan elocuente que el aire respira ecos del continente y las piedras dicen de un pueblo universal.

En Taburiente buscaba el cielo de Tanausú y  creí sentirlo escondido tras una "cascada de colores."


En la isla de La Palma, 16 de agosto de 2015

Cruzar la cumbre es sólo un concepto

Desde el relato de un tiempo antiguo, cuando había que migrar para buscar el sustento, advierto que La Cumbre siempre fue un ideal.
Pasar La Cumbre significaba sortear a la suerte, los augurios, a los malos tiempos; es esquivar los prejuicios y a los miedos. Era cruzar los montes, los malpaíses, era la soledad y la noche,…era tanta adversidad. ¡Pero había que pasar!
Pasar La Cumbre es esquivar lo que nos limita, es doblegar al cerrojo que cautiva a los sueños. No es una cima, no tiene formas; a veces inestable, a veces sumisa y quieta; pero es la meta donde sentir y pensar libremente.
Pasar La Cumbre es algo más que una estampa costumbrista, y es cuando a lo cotidiano quiebras para ser espontáneamente feliz.
Esa es La Cumbre que quiero pasar: sin tesoros ni alforjas ni tenencias. Sólo con la consciencia de que La Cumbre es la plenitud de un espíritu libre. Para poner distancia a lo mediocre o a la soberbia, a lo infame, para correr descalzo en las oníricos prados de la armonía.
El recuerdo de quienes con esfuerzo pasaban La Cumbre, me lleva a pensar que ésta sólo está en el pensamiento, y hallarla inhóspita o plena solo depende de mis deseos de libertad.


En Tenerife, 12 de junio de 2015

¿Por qué romper la inocencia de seres de cristal?

"La vida lleva y trae cosas.
Unas cosas son para disfrutarlas y crecer;
otras cosas son para sobrellevarlas y también crecer,
aunque duela"

Semblanza de un encuentro doloroso e inolvidable que nos ayudará a ser más coherentes

¿Dónde se habrá escondido el mar? ¿Dónde, los caballitos alados? ¿Quién pintará colas al viento? ¿Dónde vivirán mis muñecos?
Su ser tendría cinco años, cinco siglos su corazón, cuando su mundo infinito se hizo pequeño, cuando sus compañeros de viaje se fueron a vivir hacinados a una caja. Siquiera era de tabla, era de cartón y en letras grandes y negras decía: FRAGIL.
No había terminado de emparentar a Cenicienta con un príncipe azul que era rubio y destartalado. Ella notaba triste a Mamá desde hacía tiempo, sabía que a escondidas lloraba. Sus ojos no eran tan brillantes al mirarla, su sonrisa ya no la abrazaba igual, sus manos dulces antes no  temblaban.
Nuestro encuentro fue el pasillo de un edificio que perdía corazones. Yo con mi prisa y mis asuntos, mis pasos fugaces que no miran nada, a veces a nadie.
Entre cajas marrones de cartón, la tabla de planchar, un tendedero, unos ojos verdes, transparentes como los charcos  del mar de mi infancia. Sentada en un escalón, frio como el cerebro de quien dictó esta sentencia, seguramente pensaba: ¿dónde vivirán ahora mis muñecas?
Se llamaba Yaiza, como tantas princesitas canarias. Vivía en su paraíso de cristal que quebró, lo rompieron gentes sin origen y sin alma. Justo cuando Cenicienta se desposaba, la tierna voz de Mamá, nunca antes tan desgarrada, le dijo: Tengo que hablarte Yaiza, he de decirte que mi corazón siempre será tu casa. Igual que las estrellas donde te escondías, igual que las nubes de algodón donde volabas. Donde tus sueños vivan, será tu casa. Tendremos el aire, que no tiene fin; tendremos la orilla, que es interminable…
Todo pintaba a una solución. Las cosas materiales vienen y van, la vida es lo importante.
Seguramente Yaiza tendrá una nueva casa, nuevos espacios donde ubicar sus confines de fantasía. Pero sin quererlo, seguro que sin necesidad, nada será lo mismo. Y hará crecido demasiado rápido, sin la ilusión de haber desposado a Cenicienta con aquel príncipe azul desgarbado…


                                                                                                              Sibora, enero de 2015