Texto para el Homenaje a los mayores durante la fiestas de Taucho.

GRACIAS ES UNA PALABRA INSUFICIENTE


¿Por qué insuficiente? Si es sincera ya es importante; si es a media voz, sirve; si es a gritos también. Siempre agradecer es virtud de gente noble. Podemos dar gracias a la vida por ser tan hermosa, a Dios, por su magnificencia, a quienes nos rodean, por su humanidad.

Alguien dijo que se empieza a envejecer cuando se deja de aprender y posiblemente sea verdad; nos pasamos la vida aprendiendo, voluntaria o involuntariamente. Pero hay una parte de ese proceso que suele tener un recuerdo tierno, inigualable, la que nos une a nuestros abuelos y abuelas. Normalmente es una unión entrañable, quizá porque son dos partes de la vida de una persona que suponen un cambio: una está en el tramo inicial y la otra al otro lado; hay algo mágico en ese encuentro.

Si nos centramos en el tiempo que nos toca, en estos inicios del siglo XXI donde se desarrollan tantos cambios en la sociedad en la que nos tocó vivir, hay procesos que ya no volverán, porque la tecnificación o los modelos sociales y económicos van cambiando. Hay herramientas para vivir, formas de desarrollarse, espacios donde crecer, que nunca volverán a ser iguales. Eso no nos debe provocar tristeza porque es la evolución de la humanidad, no es más ni menos drástica, sólo es una parte en el proceso evolutivo.

Ahí es donde llega nuestra reflexión de que la palabra “Gracias” es insuficiente. Es poco gesto para quienes propiciaron el paso de la lucha férrea y muchas veces dolorosa, con sobresaltos, con injusticias, a veces con penas y angustia, a un tiempo mejor, a un espacio más tolerante, a una forma de vivir más confortable. Y son esos seres a los que a veces llamamos mayores, a veces viejos, en otra suerte, cuando se tiene el placer de tenerlo: abuelo. Son esos seres los que propiciaron el cambio en nuestro entorno más cercano. Son ellos los que hicieron más leve el camino que antes era de piedra y cansancio; le pusieron firme o le pusieron comodidad. Son los que mantuvieron encendidas nuestras señas de identidad, para que no perdamos el rumbo de hacia dónde vamos, para que no olvidemos la luz de dónde venimos. De ahí los aires de parranda, el espíritu de la vecindad, el agasajo al prójimo, al que siempre se llamaba “buen cristiano”. En el ensueño de los mayores ha viajado el espíritu de nuestros aborígenes o la melancolía de quienes cambiaron de tierra buscando el sustento. Y así llegaron a nosotros: en forma de cuento, de coplas, de leyenda, pero sobre todo de actitud.

Aunque no es suficiente para agradecer tanto esfuerzo y tanto amor por modelarnos y prepararnos para el tiempo que vino después, hoy en Taucho, en nombre de todos los hijos, hijas, en nombre de todo el pueblo de Adeje, queremos reconocerles el bien que nos han hecho. Han sabido transmitir la nobleza como el más firme legado, los oficios, como pasajes del vivir cotidiano, el amor a una tierra agradecida y ágil, desde los ribetes del mar hasta la cumbre tinerfeña, espacio que sube veloz remontando Ichasagua, espacio abierto a mil culturas donde nadie es extraño. Quizá sea así porque alguien propició esa forma de ser, cosmopolita y valiente, honesta y transparente.

Por tantos ratos de tertulia, por ser nuestros mejores modelos, por tantas referencias que nos han dado, que no sea la voz, que sean los corazones de quienes hemos crecido en este espacio entrañable, que es Adeje, quienes les devolvamos sólo un poquito de tanto amor como ustedes nos han regalado.

                    Juan Antonio Jorge Peraza. Taucho, 22 de junio de 2012