INOLVIDABLE AMIGA, UNA LUCECITA EN EL PORÍS (ARICO)
 
Personas que nos acompañaron siempre como un regalo, no pueden desaparecer porque la naturaleza haga cumplir el ciclo de la vida como un imperativo tajante e inflexible. Su recuerdo queda en nosotros y al final somos un poco de cada una, quedamos impregnados de su excelencia, Maruca ha significado eso para mi, la fragancia de un ser prodigioso que al morir se ha quedado en  mi, humildemente bañado de su luz. Poeta, pescadora, intelectual, amable, artista y buena. Buena donde las haya. Siempre guardaré el recuerdo de sus llamadas a media tarde cuando yo dejaba mi figura dinamizando en los campos de Arico y con cariño me invitaba a degustar sus viandas de la orilla: lapas, pulpos, alguna viejita. Era el mayor pago a un trabajo que ya enriquecía opíparamente a mi espíritu. Maruca era el poema a la deidad y al pescador, a lo sublime y a los rincones de su Porís del alma. Ella era un bello poema.
Que suerte he tenido por haber disfrutado de amistades que, por su edad,  pudieran haber sido mis padres. Juntos hemos conseguido superar las barreras de la edad o de la experiencia, del respeto fingido o impuesto, para enarbolar la amistad limpia, sincera, en la que no hay edad, no hay tiempo, sólo una energía que te une como diría mi amigo del alma, Padre Diego, la amistad es una electricidad.
Me preocupa que las generaciones jóvenes y futuras del Porís no sepan de Maruca, que no la recuerden como la última pescadora que se enfrentó a la norma, que reivindicó con su gesto el ancestral encuentro con la pesca artesanal, con aires de subsistencia, con maneras sostenibles, como evocando las ancestrales normas de los ciclos y vínculos entre las especies que pueblan el planeta. Como la poeta que no tenía rubor ni reprimía, con una inmensa dignidad, sus sentimientos más profundos y que en manera de versos, se inmiscuían en el aire salino y fresco del Porís.
Volver a este espacio siempre será una evocación de una gran amistad, que no ha muerto, porque en ella crezco, como los tarajales, henchidos de sol y de brisa.
En la sensación de un eterno encuentro, en El Porís, a 17 de mayo de 2013
 
Maruca escudriñaba la vida como a los charcos.
Maruca besaba cada mañana el mar,
su piel era de sal, sus ojos
                                   de eterna añoranza.
Entre los bufaderos, los bajíos,
era eterna juventud desafiante de las olas.
Refugio de la amistad y del compromiso,
de la ilusión y del arte, bondadosa y cabal.
 
Luz de los navegantes, refugio eterno, El Porís,
amable corazón al pairo,
del que dijera el poeta: “siempre nos queda El Porís”
 
Entre  la magia de los brillos al sol,
la quietud de un muelle sobrio y antiguo,
los paisanos bregando en su liñas,
un horizonte canarión y hermano;
entre las redes que abrazan su historia, Maruca,
siempre estarás tú.
Escudriñando pulpos, esperanza, cariño
            ¡todo para regalar!
Tu corazón es El Porís, Maruca,
pescadora de orilla, inolvidable amiga,
hermosamente sencilla, como sólo son
los seres de cristal.”