La Siega. Una estampa más a la que quizá no lleguen nuestros hijos. Ese punto de unión entre pasado y una realidad donde cada vez somos menos activos. Lo protegido, lo que no se cultiva, la tierra que se pierde, el alma colectiva que se vende al deporte de ser cada vez menos operativo, a la pasividad. 
Que suerte vivir La Siega, la mansedumbre de los trigos, la identidad que no puedes arrancarte, porque pasa de corazón a corazón. 
La Siega que sorteará generaciones hasta encontrar la sensata, cuando alguna vez la nostalgia nos evoque la fuerza de un pueblo abnegado; el pueblo de los bancales en el acantilado, el de las galerías y el peligro de lo inminente, el del honor que le hace simple y diferente, cual océano de universalidad.

Martin se fue como caballo alado buscando el infinito. Ya no nos acompañó a nuestro Al paso de la cumbre, porque ya él pasó su propio umbral de lo físico. Y se llevó su gracia y su fragancia, miles de avatares en su memoria prodigiosa y su talante icolaltero. Quedan pocos jinetes de la amistad y el compromiso, pero nos queda su hermoso recuerdo, nos queda el inmenso privilegio de haber pasado con él la cumbre de la mediocridad, porque Martín era único, hábil valedor de lo que ser humano significa. Espiritualmente, mañana seguirá Martin pasando la cumbre con quienes vamos a rendir homenaje a cuantos nos han definido como pueblo


¡¡Al Paso de la Cumbre!! Domingo 2 de julio. XII edición. Escenificación de rescate etnográfico para mostrar valores del mundo rural tinerfeño.Actividades como el trueque a través de la dorsal de Abeque y en tres municipios arraigados a sus señas de identidad ya la lucha por al subsistencia.
Remendando los balayos se eternizan las tardes, mis ansias crecen para que llegue el día en el que pasaré la cumbre. Esa madrugada seré feliz, ayudando temprano con los últimos atillos, calentándome la barriga con café, como la gente grande.
Desde que tuve luces siempre vi a mi gente madrugar: a mis abuelos, mis tios, ¡a mi padre!…Algunas veces creo verlo, muy serio, albardando la mula con diligencia y un cuidado infinito. Era una compañera fiel. "Era sus pies y sus manos para traer el pan a la casa", decía siempre.
Sobre el balayo los ñames, los puerros, las alas de la col abierta. Todo cabe en mi cabeza: "el género", la ilusión, toda la inocencia,…los recuerdos.
Así, a golpes de inquietud, llegará la mañana de mi primer paso de la cumbre; servirá para enseñarle a la gente como se vivía antes, como se pasaban los caminos con sacrificio, algunas veces con alegría, que yo veo a las mujeres con fuertes “cantigas” y más de uno hasta “templado”.
El domingo será mi primer paso de la cumbre, haremos el trueque…Nada, sigo remendando los balayos, que se me va el santo al cielo.




En la piel del territorio oriental, donde la isla tiende su mano de mar hacia el continente, Tenerife tiene en su suerte el milagro de un macizo enigmático, verde: Anaga. 
Anaga es un espíritu que voló con fuerza indomable, volteando riscos, escudriñando cortinas de agua en la laurisilva, oteando el mar, siempre esperando, siempre anhelando no perder la libertad.
De Portugal, vascos, majoreros, de la Italia, historias de naufragios, arribadas cálidas, idas y venidas de la América en el alma. Así es Anaga, patio con helechas, caricia de brisa en la ventana, alguien que te mira y sientes un abrazo antiguo, la complicidad de lazos guanches. 
Si el océano dijese alguna vez de lo que fuese testigo. Si las cuevas perdieran su mordaza de oscuro silencio. Si los riscos se pronunciasen, nos hablarían de esplendor, de la fuerza que se presiente sobre los perfiles, pasos y evocaciones de Anaga.



Homenaje a la cerámica canaria. VIII Jornadas etnográficas Pablo García Marrero. Fasnia. Marzo de 2017

“Bruñir de siglos.” Homenaje al mundo de la cerámica canaria.

Siglos de paciencia. El mismo pensamiento. Casi Idénticas manos.
Desde el barrizal sumiso donde se presienten las formas y se definen los usos, ya se va blandiendo el espíritu artesano. El Mazapé, Los Charcos, Los Barros, La Hondura... Manos humildes, laboriosas, esgrimen en el barro el íntimo boceto de sus magines inquietos.
Acompañan las mismas alpizpas, los mismos vencejos, iguales cernícalos escudriñando desde la altura.

Poco a poco la mesura se vierte en giros, venciendo a la gravedad con su tesón, levantándose en una espiral de perfiles. Así se yerguen los gánigos, los cazos, los cuencos, los sueños. Con ilusión, con fuerzas. La de la tierra, la del agua, la fuerza de los espíritus libres.

           La evolución de las formas, usos nuevos, otras manos. Hay cosas que cambian, como el solar recóndito donde nace el  sol cada día, pero nunca la eterna fusión de la materia cuando la roza lo humano.


           El alma de los barrancos de arena, el brillo rojo de los almagres, el susurro de los callados limando asperezas, conformando hermosas texturas llamadas a la caricia...son siglos de encuentro entre la modernidad y lo aborigen, la artesanía y el arte, lo cotidiano y la magia, los contenidos y el vientre cerámico donde guardar las cosas.


En el geito de nuestras actuales manos alfareras se intuye la maestría de seres que ya no están, pero que dejaron su impronta de labor de barro, arena, dulzura y fuego. San Miguel, La Atalaya, Teguedite, el Cercado, el Farrobo, la Cisnera, Candelaria, Arguayo, Artenara...espacios para un encuentro ancestral, un permanente alfar donde conviven las manos, los corazones, gente y tiempo llegados hoy a Fasnia para recibir nuestro más sincero y fraternal agradecimiento.








Recordando el Baile de Piñata de Teno Alto

Cuando dejé mi casa en Taucho, camino de Teno Alto, ya sabía que algo bueno me esperaba. El Baile de Piñata de ese lugar siempre me había atraído, y por eso salía con una jiribilla en el cuerpo que me recordaba a otros tiempos, tiempos juveniles en los que la ilusión de la fiesta se centraba en los bailes y sus concurrentes. Por eso, mientras discurría sobre los malpaíses de Guía de Isora y de Santiago del Teide, ya tenía la chispa de alegría que te lleva ligerito cuando buscas algo con ilusión.
Ya en la Degollada de Cherfe comenzó el presagio. Siempre el avistamiento, en esta ocasión con la imaginación, de la mítica Masca, es un deleite para los sentidos.
Entrar a Teno por su sur es como volar sobre los barrancos, es el privilegio de avistar un bosque de palmeras que con los años se ha fundido cromáticamente con los tejados marrones y los pequeños huertos de verdes surcos. Trazar el barranco desde el aire en un zigzag misterioso nos puede abrir el ansia de abrazar el atlántico; y por él a las islas del atardecer tinerfeño, La Gomera, La Palma, El Hierro, los tiempos de fuga hacia otras tierras para vaciar el hambre, las Américas del Valbanera, la de las cartas de ilusión y añoranza de quienes emigraron.
Una espesa niebla mezclada con las luces de mi montura y el recuerdo de mis hijos me hizo volver de este ensueño de Masca. Pero ya había pasado el dintel. Del presente solo quedaba una carretera mojada, con una multitud de curvas y la certeza de que un despiste me habría hecho dibujar de golpe todo el vuelo que antes había soñado. Esa carretera de Masca para mí tiene nombre propio: Pérez, un ser maravilloso al que tuve el gran placer de conocer.  Era uno de esos alcaldes pedáneos que se desvivían por mejorar las condiciones de vida de  su  vecindad sólo a cambio de satisfacción, sólo por la vocación de hacer felices a los demás.
Teno ya se me ha metido en el cuerpo cuando me encuentro con los amigos que me han invitado a este “baile”, Ángel y Marta. También ellos parecen estar enajenados; en sus ojillos creo ver el brillo inocente de quien espera algo agradable en el tiempo más inmediato.
Las mujeres son quienes ocupan la mayor cantidad de sillas alrededor de la sala y prestan su mejor disposición a quienes cortésmente las invitan a bailar. Se mezclan las folías con otros sones de infantil evocación como las rancheras o los interminables popurrís en los que “subíamos al monte de belingo”, “bebíamos leche merengada” o “nos quedábamos sin farola por falta de gas”.
La Isa siempre va delante, calentando las gargantas y vistiéndonos con un traje que nos cubre a todos, como una bandera que a todos nos representa. La Isa es un carácter que unifica a Canarias y a la vez distingue a cada Isla; las acerca, las describe con la misma alegría y en cambio es auténtica y distinta en cada una. Pudiera ser la mejor definición de un archipiélago con alma de crisol donde el baile gira y brilla con aires aborígenes y americanos, portugueses, manchegos, andaluces…
Los danzarines tropezaban sin intención continuamente; los vasos al aire, las “cuerdas” sobre un improvisado escenario hecho con las mismas mesas que sirven para jugar al dómino o para hacer la costura, o para el juego de los niños durante las tardes frías y eternas de Teno. El caso es que se vean para que sea la música quien presida. Las parrandas parecen ser las mismas que hace treinta, cincuenta años. Esta vez vinieron desde el Valle de la Orotava, Tacoronte, desde la cercana Buenavista, desde el más inesperado rincón de la Isla.
La intención original que me llevó a este entrañable pago a través de una genial propuesta de Turismo de Tenerife por incorporar fiestas y tradiciones a la diversa oferta turística de la Isla, se volvió una inolvidable experiencia. Esta no era una actividad de rescate etnográfico a las que suelo estar acostumbrado. Esta era como un fósil viviente de nuestra cultura, una de las caras del espíritu de un pueblo que no entiende de fronteras; la única ha sido el mar, un mar que nunca ha dejado de unir.
Los niños bailan con sus abuelas, con sus madres, las hermanas con sus hermanas, los de Teno con los de Santa Cruz…nadie es extraño, y mientras la armonía y la alegría llenan el espacio, una energía telúrica hace que todo gire en torno a la multicolor y enigmática piñata que cada año elabora Don Pedro, “el tejero”.
 Como un acto de respeto y admiración, los foráneos dan prioridad a la gente de lugar para bailar el tajaraste. Son conscientes de que ellas y ellos son quienes lo han conservado, un encantador tajaraste en círculo que hace competir a los bailadores y a las “cuerdas”, ensamblados  en una carrera frenética que acaba con el abandono por cansancio de alguno de los bandos.
Con la nobleza de la “gente buena”, unas veces ganan unos u otros, pero eso no importa, lo que importa es ser parte de la fiesta, compartir con visitantes y vecinos una armonía que se ha irradiado a los más jóvenes y aún hoy, en una época de tantos cambios y desarraigos, luce en Teno Alto como una bendición, un tesoro que tiene forma de piñata.
Ese es el espíritu de nuestro carnaval, sin alardes ni ostentosidades. Es el espíritu de nuestro pueblo: sencillo, abierto y festivo, joven y respetuoso.
La niebla me acompañó todo el camino de vuelta. Era la vuelta a otra isla y a otro tiempo, a las formas que rigen el ritmo cotidiano. Pero esta visita a nuestro pasado vivo ha alimentado sobremanera mi espíritu, me ha insuflado nuevos aires para un maduro sentimiento, el de trabajar por el mantenimiento y la difusión de las tradiciones en Tenerife, el de irradiar y compartir las maravillosas forma de Vivir una Isla.   


Juan Antonio Jorge Peraza, Tenerife, a 20 de febrero de 2010


Recuerdo para un entrañable antropólogo y magnífica persona: Fernando Estévez González, 
"Otra forma de vivir los claustros: su quietud, sus formas, sus renglones inconclusos. Veo a Nando Estévez en los espacios que sólo el tiempo mirase. Siento su atención deleitándose en el detalle, escudriñando los giros, la mirada de las gárgolas, los ajimeces, las ventanas, su ternura y su sonrisa. 
Siento al archipiélago náufrago de una pluma prodigiosa. La identidad, el patrimonio, el futuro, las huellas, lo material, lo intangible...crujen de dolor como las vigas y los velos, como lo hacen el folclore y la esencia de lo cotidiano.
Siento a Nando en los bríos que estas islas necesitan, en la obligada fusión de lo antiguo y de lo inmediato, en la coherencia que cada ser ha de poner en sus decisiones. Lo siento en la firmeza que hace rotunda y real la necesidad de la utopía." Gracias, Maestro!