¿Por qué romper la inocencia de seres de cristal?

"La vida lleva y trae cosas.
Unas cosas son para disfrutarlas y crecer;
otras cosas son para sobrellevarlas y también crecer,
aunque duela"

Semblanza de un encuentro doloroso e inolvidable que nos ayudará a ser más coherentes

¿Dónde se habrá escondido el mar? ¿Dónde, los caballitos alados? ¿Quién pintará colas al viento? ¿Dónde vivirán mis muñecos?
Su ser tendría cinco años, cinco siglos su corazón, cuando su mundo infinito se hizo pequeño, cuando sus compañeros de viaje se fueron a vivir hacinados a una caja. Siquiera era de tabla, era de cartón y en letras grandes y negras decía: FRAGIL.
No había terminado de emparentar a Cenicienta con un príncipe azul que era rubio y destartalado. Ella notaba triste a Mamá desde hacía tiempo, sabía que a escondidas lloraba. Sus ojos no eran tan brillantes al mirarla, su sonrisa ya no la abrazaba igual, sus manos dulces antes no  temblaban.
Nuestro encuentro fue el pasillo de un edificio que perdía corazones. Yo con mi prisa y mis asuntos, mis pasos fugaces que no miran nada, a veces a nadie.
Entre cajas marrones de cartón, la tabla de planchar, un tendedero, unos ojos verdes, transparentes como los charcos  del mar de mi infancia. Sentada en un escalón, frio como el cerebro de quien dictó esta sentencia, seguramente pensaba: ¿dónde vivirán ahora mis muñecas?
Se llamaba Yaiza, como tantas princesitas canarias. Vivía en su paraíso de cristal que quebró, lo rompieron gentes sin origen y sin alma. Justo cuando Cenicienta se desposaba, la tierna voz de Mamá, nunca antes tan desgarrada, le dijo: Tengo que hablarte Yaiza, he de decirte que mi corazón siempre será tu casa. Igual que las estrellas donde te escondías, igual que las nubes de algodón donde volabas. Donde tus sueños vivan, será tu casa. Tendremos el aire, que no tiene fin; tendremos la orilla, que es interminable…
Todo pintaba a una solución. Las cosas materiales vienen y van, la vida es lo importante.
Seguramente Yaiza tendrá una nueva casa, nuevos espacios donde ubicar sus confines de fantasía. Pero sin quererlo, seguro que sin necesidad, nada será lo mismo. Y hará crecido demasiado rápido, sin la ilusión de haber desposado a Cenicienta con aquel príncipe azul desgarbado…


                                                                                                              Sibora, enero de 2015