Hermanamiento Taucho-Tijoco

Espacios y momentos como éste son los que hacen de la vecindad una relación familiar. A veces sólo falta un motivo para reafirmarse en algo que está latente y que parece que no se nota, pero que existe. Existe la pertenencia, más allá del parentesco, o de la amistad, a una familia casi invisible, porque no plantea obligaciones, porque no está condicionada por la costumbre. Es la pertenencia al entorno, y lo que nos rodea es tierra, son personas, es aire, es una forma de ser, es un encuentro cotidiano, y el respeto es la mejor definición para justificar su existencia.

Hoy, la Virgen nos ha congregado para darle forma a algo que está ahí, que se siente pero que parece inexplicable. ¿Como se puede querer a quienes nos rodean casi sin tener motivos? Y en cambio nos preocupamos cuando hay cualquier desgracia, cuando sabemos que las cosas no van bien.

El prodigio de la Virgen nos muestra dos imágenes que en realidad son una, tres pueblos que en realidad son uno, como dirían los antiguos, “esto es todo uno” porque los años, las buenas y las malas, la experiencia, nos dicen que es mejor estar unidos ante cualquier giro de la vida.
La Concepción, Tijoco, Vera de Erques, La Quinta, Taucho, muchas gentes de Adeje son hoy lo mismo y disfrutan de ese privilegio que nos ha tocado, el de vivir en un entorno sano, amigable, donde todavía se saluda a los demás aún sin conocerse, porque está vivo el sentimiento de la humanidad, de la vecindad.

Las Vírgenes de La Concepción y de Coromoto son testigos de excepción de esa forma de ser que define a este entorno de los altos de Adeje. Un pueblo hospitalario y generoso que, quizá sin quererlo, haya tomado esos dones de la fe que Nuestra Madre Celestial nos regala.

Este acto, que es una forma de devolver el cariño que nos mostraron los barrios de Tijoco y La Concepción en las pasadas fiestas de Taucho, es algo más que un intercambio de imágenes, es la razón final de lo que nos mueve a vivir el día a día, es el cariño, la tolerancia, el respeto, es el amor que inconscientemente somos capaces de generar hacia el resto de los seres humanos. Siempre se empieza por querer a la gente que tenemos más cerca, y es la familia la primera y gran receptora de nuestras actitudes, y luego el prójimo. Alguien sembró con buena semilla esa enseñanza entre la gente de estos lugares, y son sus imágenes maternales quienes parecen agasajar ese espíritu colectivo.

Con el deseo de que ese carácter encomiable se perpetúe entre nuestros hijos y entre todos los que quedan por llegar a la vida, agradecemos a nuestros vecinos y amigos el cariño que compartimos en todo momento y especialmente en este encuentro simbólico entre personas y pueblos que nunca han dejado de estar unidos.
En Taucho, Verano de 2008
Juan Antonio Jorge Peraza