Obituario. Pedro el Cabrero

Pedro El Cabrero


Amigos, les molesto porque no puedo dejar pasar este momento del día sin más, como si fuese un tiempo cualquiera, y es que en estos días se nos ha ido Pedro, un maravilloso cabrero, de los que ya nos van quedando cada vez menos. Uno de esos seres mágicos que nos ha transmitido a algunos privilegiados una forma de ser que seguro ya nuestros descendientes no disfrutarán.

Hace unos trece años, pateando las cumbres de Adeje, en ese misterioso Macizo de Ichasagua, conocí en Benítez a un matrimonio de cabreros que, sin conocerme, tuvieron la delicadeza de guardar, ante mi previsible visita, una cabra sin ordeñar, para que cuando llegase pudiese probar la leche recién ordeñada, como hacen los cabreros viejos, que siempre dejan una cabra sin ordeñar por si llega algún cristiano.

Estos entrañables canarios viven, vivían, al pie de la Pica de Imoque, un roque singular ubicado al norte del Roque del Conde o Ahiyo para los guanches, un lugar especial para dar cobijo a una gente excepcional. Murió Pedro, el cabrero, y siempre le recordaré como una de las personas que me indujo a luchar por nuestras tradiciones y nuestra identidad, una motivación que propició sólo con su forma de ser, ese agasajo que siempre ha acompañado a nuestra gente. Un entierro como el de nuestros ilustres anónimos, sin muchos aspavientos, pero con todo el pueblo "acompañando", como se merecen las personas buenas.

Coincide que después de conocer a Don Pedro inicié un largo periplo por nuestras costumbres, ayudando a mantener labores tradicionales para el disfrute de la gente, con los mismos protagonistas que durante siglos han hecho uso del territorio canario de una forma armoniosa. Así he tenido la suerte de estar presente en trillas, carboneras, siegas, encuentros que no hubiesen sido posibles sin gente de nuestro siglo que han sido fieles al legado que heredaron de sus ancestros, donde la utilidad se une al respeto por el entorno, por el paisaje, que también se ha transformado históricamente, pero con respeto por los cauces de los barrancos, por la tierra fértil para el cultivo, por la distribución vertical de los usos del suelo. Por eso, esta pérdida humana supone la pérdida de un testimonio, de una sabiduría, de una actitud, que resulta fundamental para preservar lo que nos queda de vergel en nuestro tan alterado territorio.

Haber conocido a Pedro, el cabrero ha sido un honor y un compromiso, para los que nos hemos comprometido y para los que no lo han hecho aún, con la transmisión de algo que es de todos y no es de nadie, por lo que hay que ser generoso y transmitirlo: nuestra identidad. Hoy este compromiso está dedicado más que nunca a Pedro y a todos nuestros grandes maestros y maestras de la cultura canaria. Un abrazo a todos.


En Vilaflor, Marzo de 2008
Juan Antonio Jorge Peraza