Pregón de las Fiestas de Nuestras Señora de Abona en el Municipio de Villa de Arico. 2014
"Un enorme privilegio el realizar la función de pregonero en un pueblo sencillo y agradecido, donde las personas se han amoldado al carácter del territorio donde viven y, con abnegación, luchan por sobrevivir en un ambiente seco, donde prolifera el viento y la sequedad. Arico, un espacio donde la gente sabe valorar el cariño que se le brinda y lo devuelven con holgura".
Fiestas
de Nuestra Señora de Abona. Villa de Arico.
Agosto
- Septiembre de 2014
Ilmo. Sr. Alcalde, Sres.
Curas Párrocos, concejales, familiares, amigos y amigas.
Una compleja tesitura
la que ha recaído en mi persona para la realización de este pregón, tan
importante para la vida y el espíritu de Arico. Pero a la vez, para mí, una inmensa
satisfacción. Muchísimas gracias, señor Alcalde, por haber recabado en mi humilde
persona para la realización de este acto.
Desde un primer momento
me planteé cual debería de ser la línea a seguir en este encuentro oficial con
un municipio al que tanto quiero. Quizá tildamos lo oficial de frio, correcto o
despersonalizado. Pero precisamente por
ese enorme cariño es por lo que no lo quiero ver así, no lo quiero ver como un compromiso
sino como un honor que no merezco y una oportunidad que nunca terminaré de agradecer.
Cuando hace unos años
terminé mi relación laboral con Arico ya mi gran amigo Don Eladio Morales, al
que agradezco enormemente el que haya sido artífice de que yo recalara a
trabajar en nuestro ayuntamiento, me decía que de mis muchos trabajos siempre
me fui cerrando bien la puerta, conservando la amistad y la corrección, pero
que de aquí, de Arico, además me llevaba la llave, para volver siempre. Ya lo
entendí. Hablaba de la generosidad, de la honestidad con la que se hacen las
cosas. Los trabajos remunerados se pueden hacer no solamente a cambio de
dinero. Esta oportunidad de agradecimiento es la que quisiera toda persona que
sin ser de un lugar se siente como si lo fuera, la que ve a sus vecinos como
paisanos, a sus conocidos como amigos, a la que siente el dolor común como
propio.
Estudiando esta
actitud, se reafirma el sentido que personalmente tengo de Nuestra Señora de
Abona. No es solamente una imagen, una devoción, una festividad. Es una forma
de ser. Sin grandes adornos ni vestiduras, sin manifestaciones ostentosas ni
masificadas, sin la más mínima opulencia. Nuestra patrona es la sencillez
magnificada, la naturalidad, como si fuese la prolongación de una vida limpia y
coherente. Ella es así y así son sus hijos e hijas. No vale pensar en
individualidades, hay que mirar en conjunto a un pueblo tranquilo y trabajador,
sosegado y constante, hecho a la adversidad… y el viento que no suele dar
tregua, y la sequedad que a veces abruma, y los tiempos que pasaron de largo.
Arico es una tierra
donde la sequedad clama por su derecho a ser hermosa, no todo son vergeles ni
humedales. También pueden ser tapices ocres donde las tabaibas, los cornicales,
los barrancos, la naturaleza muestre su belleza con un trazo sobrio y elegante.
Uno de los mejores
amigos que me ha dado la vida, José Morales, Pepe el cura, un ser especial,
maravilloso, ciudadano del mundo y ariquero, espiritual y coherente, me dio
buenas pistas sobre las ideas que hilvanarán este pregón. El también dispuso de
la gran oportunidad de pregonar estas fiestas de Nuestra Señora, pudiendo
mostrar públicamente el gran amor que siempre sintió por su pueblo. Después de
que varias amistades comunes nos hablaran recíprocamente de los dos y de la
necesidad de conocernos, tuvimos esa gran oportunidad que ya propició una
amistad que nació y que nunca dejará de atardecer con nosotros en las lánguidas
tardes de Arico. Aparte de nuestra concepción de la vida, totalmente afín, y de
disfrutar de esa energía inexplicable que une a las personas como una
electricidad, como diría otro gran amigo mío, Padre Diego Siverio, de Taucho,
entre Pepe y yo había otro nexo indeleble. Pepe escribió un libro esencial sobre
la vida e idiosincrasia de Arico que se titula: “Lo que me llevé de Arico”. En
él plasmó sus vivencias de infancia, sus recuerdos juveniles, los perfiles de
sus amigos, sus idas y venidas a Gran Canaria, donde vivió y desde donde su
corazón anhelaba continuamente el encuentro con su tierra natal. Este era el
nexo entre Pepe y yo. Si yo escribiese sobre mi vivencia con este Municipio, el
texto podría titularse: “Lo que me enamoró de Arico”.
Es fácil enamorarse de
Arico, sobre todo cuando has dado muchas vueltas, cuanto te has quemado mucho y
luego ves que vivir es solamente valorar lo que se tiene. Esta tierra es un
privilegio porque es asequible sumarse a su quietud, al remanso de un cielo
amplio, sobre la plenitud de múltiples lomas, ensenadas, en torno a un corazón
que se yergue con desgarro en el Salto de las Hiedras, como si fuese el hueco
por donde colarse hacia las entrañas de un gigante dormido.
Este espacio es diferente,
porque todavía es antiguo, es actual y todavía es rural. Tiene un largo dossier
de viejos esquemas muy pegados a su piel pálida y gris, tiene muchas bellezas, encuentros
imprevisibles en una geografía enorme dentro del contexto insular.
Este espacio tiene
múltiples escondrijos, pero no tiene secretos, porque todavía su gente es
limpia, frugal, es gente sencilla y fresca, acercándose más a lo natural que a
lo ficticio. Arico es, para gente de muchos caminos como yo, el reparo en la
esencia de las cosas. La gente vende cuando hay necesidad y tú adviertes el
dolor cuando las familias se desprenden del terruño, amarga y calladamente,
para intentar sanar a sus hijos, para mejorar la vida de su gente, o cuando la
desgracia toca a la puerta.
Con esta tesitura, la
de invitar a la isla a disfrutar de la festividad en honor a Nuestra Señora de
Abona, me he reencontrado con una multitud de recuerdos, de personas que
llegaron y nunca se marcharán de mi corazón.
Cada rincón de lo que
he conocido en Arico me evoca a algo, como si los hubiese visitado desde otras
vidas. Luego, el encuentro con sus gentes ya los llenan de sus cosas, que hago
mías. Y así, vuelo a la Caleta del Ganado en Abades, para sentirme pescador entre
arenas nacidas de la mar; me siento cantero de sublimes dinteles en Arico
Nuevo, mientras inhalo el transparente y mágico olor a pan de leña en Arico Viejo.
Viviendo Arico es fácil subirse al giro de seres alados trillando en las eras
de El Bueno o palpando la tierra roja, quemada y vieja, con la que nacieran las
loceras de La Cisnera. Se pueden intuir las folías, los chistes, la algarabía,
en los lavaderos de La Degollada, mientras las olas hacen silencio en las Eras,
arropando en lo oscuro a los barcos que, en rebeldía, buscaban mejores tiempos
en ultramar.
En Icor, la tosca nos
llevaba a engaño; detrás de su fisonomía frágil, porosa y opaca, guardaba elegantes
estancias donde las mujeres esparcen la luz de sus ojos en los matices del
calado.
El agua salobre de La
Jaca era un mito para quienes buscaban homenajear a su salud, y seguro que no
faltarán estómagos que sigan besando los hilos de sal y cristal para curar sus
males; mientras, la mar sigue rasgando el perfil sinuoso de los tímidos
cantiles de Las Listadas.
Una vez la mar se
prendó de esta tierra y quiso vivir en ella, horadó la playa y se adentró
cuanto pudo, para vivir en Las Maretas, junto a las ahulagas.
También prendado, como
la mar, creí evocar las jornadas de chinchorro, cuando en El Porís los peces y
las personas se retaban en duelo por la vida, o girando en la cucaña o con
Maruca, danzando en los charcos.
Cuanta gente se ha
embelesado en su luz, cuantas almas buscaban, en su deriva, un faro donde
asirse, una referencia para vivir; en La Punta hay luces para trazarse un
destino, para tocar puerto y para llenar el espíritu: la devoción a Nuestra
Señora de Abona en su espacio sencillo, recoleto, siempre dispuesta para llenar
el universo espiritual de cada uno, de quienes en ella confían, a quienes Ella
guarda. Y cerca, el faro, anhelo y tesoro de los navegantes.
En Arico es fácil
enamorarse del carácter de su gente, de la ilusión con la que viven su
identidad, y así, crees ser parte de la fiesta para ver llegar las cajas con los
voladores en El Rio, cuando parece que hasta San Bartolo se iba hasta la
carretera a recibirlos.
Por La Caleta y Tajao,
Tabaibarril, evocaciones de la mar, de la juventud y los veranos, las canteras,
la venta, el pescado amaneciendo, arribando como vianda cristalina nacida de
las aguas.
Otros tiempos, de
juguetes de penca, de caña y de gamona, se funden con los carros de madera que
bajan hacia Teguedite, mientras los miran las cuevas, mientras en las bodegas
se cuece el vino cual ermitaño tesoro y en tanto que los olivos observan
impávidos las cabriolas de los bólidos libando el asfalto.
Una ilusión que quedó pendiente
en mi trabajo en Arico fue la de hacer un cortometraje, la de guardar en un
cajón de imágenes estampas costumbristas que difícilmente se podrán vivir en el
futuro. Son escenas que se pueden evocar fácilmente en Arico porque su espacio se
brinda, gracias a su desarrollismo ordenado, pausado, acomodado al territorio.
En La Sabinita se pueden imaginar escenas que ya son de otro tiempo, de otra
forma de vivir. Y así, acompañado del arrullo de la salvia, la hierba huerto o
el toronjil de sus patios, de mi magín salieron los diálogos que ponían acento
a la hazaña que un buen amigo me contase:
“Yo quería ir a ver el mar, a ver si
es tan hondo como la charca de Don Evaristo, pa´ ver si tenía lisas azules y
naranjadas. Mi abuelo decía que el agua del mar es salada y que si bebes mucha
te duele la garganta, y que por eso los lagartos no la beben. Dice que una vez
vinieron unos piratas, con patas de palo y una tela en el ojo y que robaron a la Virgen , porque son muy
malos. Por eso no podía ir a ver el mar.
Pero un día
que todos tenían que ir a la cumbre, a Tamadaya, a coger papas, me hice el
malo, porque el día antes me pegué una jartada de higos rojos, de esos que
tienen muchos picos, y cuando todos salieron, todavía de noche, cogí el camino
de Tajo y eché a caminar. Pasé escondido por los lavaderos, porque ya habían
mujeres restriega que restriega y me
escondí detrás de los balos. ¡Uff. Escapé!”
Vivir Arico es
disfrutar de la invitación de recorrer las calles del Lomo, cuando a
determinados tiempos del día se muestran solitarias. El Lomo, Villa de Arico o
viceversa, nos evoca a los tiempos en los que desde Vilaflor se extienden los
brazos de Dios para crear nuevos templos y así surge la Iglesia de San Juan
Bautista del Lomo en 1639. Siendo la casa de Dios también es la de su pueblo, y
no podría ser mejor hogar para Nuestra Señora de Abona.
Antes de continuar con
la lectura de este pregón, he de recordar que lo que pretende es invitar a la
unidad, al encuentro de las personas, al margen de sus procedencias, de sus
ideologías, de sus formas de ser, para que vivan en armonía la devoción a la
Virgen, para que sellen su identidad con un vínculo superior a todo lo
material. El amor a la Virgen de Abona es un lazo invisible que une a todos y a
todas. Como decía anteriormente, es la transcripción de una forma de ser, la de
todo un pueblo.
Me es muy gratificante
saber que el vínculo que me une al Municipio de Villa de Arico va más allá de
un grupo enorme de personas a las que tuve el gusto de conocer durante mi
estancia en este lugar. No podría nombrarlas una a una, no sólo porque siempre
quedaría alguien sin mencionar y a quien nunca quisiera omitir voluntariamente;
no podría hacerlo de ningún modo porque ese grupo es mayor de lo que siempre
pensé.
Cuando nos planteábamos
estrategias de desarrollo sostenible para mejorar la vida de nuestra gente,
dinamizando sectores como el de la agricultura o el turismo alternativo, en un
intento de vincular el alojamiento rural con los senderos, con la enogastronomía
local, con el turismo activo, los deportes náuticos o con las fiestas y tradiciones,
nunca pensé que estaba vinculándome a una gran familia. Hace poco alguien me
dijo algo que nunca hubiese imaginado: “en Arico se te echa de menos”. También
quiero agradecérselo con mi mayor sinceridad.
Quizá no estaba mal la
estrategia propuesta; había que mostrar Arico al resto de la isla, por sus
valores económicos, culturales, paisajísticos, y de ahí surgen las rutas
temáticas: la de la piedra, la de la brea, la de la miel. Estos baluartes son
magníficos representantes de los valores de Arico. Forman parte esencial de la
historia de nuestro territorio, como se recoge, en el caso de la miel, con su
presencia en el escudo heráldico municipal. Este producto nace de la existencia
de una riqueza vegetal diversa y exuberante y endulza la ya entrañable
referencia que se tiene de Arico más
allá de su jurisdicción. Esta actividad de promoción la sigue desarrollando la
población de El Bueno y es un ejemplo de cómo pueden convivir las labores
costumbristas agropecuarias tradicionales, vinculadas posiblemente a los
tiempos aborígenes, con los usos y técnicas actuales.
Una parte también
entrañable de mi paso por Arico ha sido la Muestra de panes del mundo. Este
pregón es una oportunidad para difundir públicamente de donde surge esa
iniciativa, porque enlaza directamente con esa forma de ser de la población
ariquera, una forma de ser de la que yo me empeño en sentir que es a semejanza
de la luz que irradia Nuestra Señora de Abona. Esta actividad nace de la
colaboración de las dos panaderías existentes en el Municipio para disponer de
algún día libre, asumiendo el reparto de una cuando descansa la otra. Ello
siempre respetando los vínculos de cada establecimiento con su clientela. Estas
situaciones sólo se pueden dar en pueblos como éste, porque por encima de las
relaciones económicas figuran el respeto, la buena convivencia, la humanidad. Estos
son los grandes valores de Arico, los que viven en su gente, en sus colectivos.
Yo no entro en individualidades porque eso es restar y yo creo que hemos
llegado a la vida para sumar, siempre sumar, cada uno como puede, con sus
errores, sus incapacidades, pero siempre con la actitud de sumar. Así nos lo
pediría Nuestra Señora de Abona; a quien siempre pedimos nosotros,
especialmente en situaciones de agobio; estoy seguro de que Ella sólo nos
pediría que sumemos, que mantengamos esa forma de ser abierta, limpia, sincera.
Otro momento entrañable de mi paso por Arico lo tomo de las Asomadas al Ere,
una actividad que nos invita a encontrarnos; convocadas las distintas generaciones
que forman un determinado momento de la historia, la propuesta es hablar del
pasado, del futuro, para poner en común lo vital, el contraste, lo esencial de
cada tema; cada generación desde su punto de vista, pero siempre fomentando el
diálogo, el encuentro.
Entre los numerosos
actos religiosos y populares que se llevarán a cabo a partir de hoy para
homenajear a nuestra Virgen de Abona, todos y cada uno tienen la misma
relevancia, porque cada uno va dirigido a algún sector de la sociedad, cuenta
con la colaboración de determinados colectivos del municipio, siempre por
supuesto con el trabajo y la dedicación del Ayuntamiento, pero sobre todo
porque todos llevan una tremenda ilusión y entrega para satisfacer a nuestros
vecinos, vecinas y personas avenidas desde otros municipios para este
acontecimiento. Uno de los mensajes de estas fiestas ya viene impregnado en el
lema que conlleva nuestra antorcha solidaria: “Por la unidad de Arico y la
solidaridad entre sus gentes”. Mi mayor deseo es que con ese lema se
desarrollen las fiestas y toda la vida que marca los designios de este
Municipio. Para ello siempre será bueno pedir la imploración a Nuestra Señora de
Abona.
Dignísimas autoridades,
amigos, amigas. Me toca despedir este pregón de las Fiestas de Nuestra Señora
de Abona 2014 y lo hago reiterándoles mi
más sincero agradecimiento por haber depositado en mí su confianza. Que la
magia de Arico siga teniendo sabor a patio, a cueva, a amistad, a monte y a
salitre, y que sus gentes sigan, a la luz de la Virgen, haciendo coherente la
travesía de sus vidas.
Vivan las Fiestas de
Nuestra Señora de Abona!!
Juan Antonio Jorge Peraza