Cuando llega abril y en Tegueste ya se respira a romería, va culminando
un tiempo de entrega al arte, al encuentro, a la cultura; una entrega al
espíritu de pueblo. Durante meses, la gente de Tegueste se vuelca en su Romería
de San Marcos, construyendo ilusiones a golpe de mijo, sorgo, quinoa,
cañamomo... "Pegue a pegue", cada grano tiene su espacio triunfante
en el gran tapiz de la vida.
Las carretas, que tendrán su breve tiempo de gloria para ser disfrutadas
y admiradas el día del Patrón, esconderán incontables miradas minuciosas,
delicadas, a las que se suman los rasgos de manos hábiles y sosegadas. Cada año
un motivo para configurar los tapices, cada año la misma motivación para
encontrarse tardes y tardes en el “salón de la carreta”. No han faltado risas
ni pausas, vasitos de vino ni dulces, ni sabrosos manjares, que lo son tanto
como los ratos “en compañía”.
El tueste de los granos se convierte en sombra, rictus, doblez, brillo,
fiesta, pasión. Cada figura una firma. “…quien empieza la pieza, la acaba”,
porque cada una es una obra de arte y en ella va el espíritu de quien la hace
nacer. Luego serán de quienes la miren, de quienes saboreen este arte de pueblo
anónimo y sencillo, a la vez enorme y sincero.
La gran familia de la Carreta La Gorgolana me llevó a Tegueste para
vivir el tiempo previo, el que mucha gente desconoce y que de seguro quisiera
ver. Gente menuda y mayor, jóvenes y gente sin edad, personas que forman una
gran familia y que como la artesanía más delicada, elaboran la amistad.
Ver como agradecen la
visita a su entorno de trabajo es un matiz que no se escapa de sus cuadros, como
las estampas de lenteja, de cariño, de arroz blanco u oscuro, de perfiles y
ribetes, de alma escondida en el arte…